Soledad, Julia e Irene, tres
hermanas bastante lindas, eran
pretendidas por un caballero licenciado en letras, elegante y un mozo. Era tan
sabio nuestro héroe, o amaba tan poco, que había conseguido conquistar el
corazón de las tres hermanas sin haberse declarado a ninguna.
Para salir de esta situación
penosa, exigieron del joven que se
decidiese, y él, acosado y comprometido, ofreció consignar en una décima (estrofa formada por diez versos octosílabos) el estado de su corazón, con respecto a
ellas, pero con la condición de que no había de estar puntuada y autorizando a
cada una de las muchachas a que la puntuase a su manera. La décima es la
siguiente:
Tres bellas que bellas son
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón
si obedecer es razón
digo que amo a Soledad
no a Julia cuya bondad
persona humana no tiene
no aspira mi amor a Irene
que no es poca su beldad.
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